MIGUEL ÁNGEL FRAGA
 
 
 
Cuentos: La noche comienza ahora; El otro Miguel; La salida no eres tú.
Poesía: S/T.
 
 
LA NOCHE COMIENZA AHORA.
 
Timbró tres veces y no descolgaron. No sé que intuición me hizo pensar que era mi aviso. La reunión se detuvo un instante. Es para ti. Ha esta hora nunca me han llamado. Los ojos de los presentes me siguen. Permanezco con el teléfono en la mano sin querer articular palabra. ¿Si? Del otro lado la voz tan conocida por el presagio. La voz que se comunicaría conmigo en caso necesario ya estaba aquí. Necesito hablarte. Ahora no puedo, estoy reunido. ­Es urgente Ya se, no tienes que decirme nada; te repito, estoy reunido. Tenemos que vernos de todos modos, debo hacerte algunas preguntas. No respondo. Dejo caer el aparato y esbozo una sonrisa congelada. Cierro los ojos y veo la oscuridad, la tierra convertida en universo, un hueco inmenso como el final de una vida; el animal acorralado que araña su fatiga esperando que el disparo acabe con su agonía.
Quizá  los presentes no han advertido mi desorden, la reunión continúa sin contratiempos. El problema es interior, ha sido una sorpresa aunque desde hace un mes la preocupación no me abandona. Desde que apareció no he tenido descanso; su exceso de discreción, su bata de médico doblada en la carpeta, su media voz, oh, qué desagrado.
La primera vez conversamos sobre la necesidad de un chequeo, someterme a pruebas periódicas durante un año, fatalidad de quedar sujeto al suspenso. La segunda fue la presión para que acabara de chequearme. Estaba tan preocupado que había escondido la orden y también el valor. Aquello no podía ser real; no merecía esto.Pero fui y extendí el brazo, sólo tenía que esperar el resultado, esperar, esperar. Cuantas cosas han pasado por mi desde el principio de la espera. Mi mayor deseo era quedar liberado, pero la pesadilla estaba en mi como el clavo en el madero. Durante aquel mes, cada vez que sonaba el teléfono me sobrecogía. Realmente no deseaba la llamada de nadie. Fue precisamente ella quien timbró en el momento más inoportuno, con tantas personas rodeándome. Tuve que aguantar la l grima y tragarme el suspiro.
Siento que la noche me está atrapando, la tarde fue la brisa que dijo adiós; cada vez más cerca de mi la distancia la noche comienza su reino justo en el momento en que me revelo al mundo. Y aquí estoy frente a un demonio de cuatro letras. Cuatro letras en forma de diablo como flagelo de mi salacidad, azotaina para mi espíritu, el garrote que me hace bajar la cuesta y me convierte en lodo, más que lodo, el esputo de toda la sociedad.
Aparecen las visiones y no quiero que empañen mi conducta. la reunión tendrá  que acabar de una vez y yo podré salir fuera, correr a cualquier lugar, no sé, por una vía libre con  arboles que refresquen mi atmósfera, que desordenen mis cabellos: correr, correr, liberar toda la energía que aprieta mi pecho; romper con la ira o el incómodo. Que difícil es encontrar la palabra exacta para mi  animo.
El salón donde me encuentro es pequeño. la ventana, la única ventana, está cerrada. la vista se me nubla pero no habrá  desmayo; permanezco en el sitio Tampoco mi estampida mover  la intriga, la curiosidad de quienes buscan la noticia que me ha drogado. Cuántos de los que participan en el intercambio de miradas pondrán su manos sobre mi hombro; cuántos huirán de mi y gritarán: lleven al desgraciado lejos donde pueda morir sin prejuicios para nosotros; allá donde garantice la confianza de los que no estamos infectados. No, no puedo: cómo enfrentarlos, como comunicarles mi estado ; decirles que no deseo continuar activo dentro del grupo. Necesito aire para mis pulmones, me sofoca un asma emotiva, el nebulizador suaviza el escándalo. Puedo pensar en la muerte pero pasa de largo, lo inminente es la idea del rehén, la sociedad que me destierra hacia un lugar donde el morbo genera sentimientos de impotencia y muerde los pecados. Adiós futuro.
Alguien toma la palabra y habla demasiado. Las inflexiones de su voz me producen n uceas. Ir al servicio podría ser una buena excusa para refugiar mi abandono, pero sigo fijado al suelo. Y otra vez las ideas maltratando mi cabeza. Ahí tienes por tu promiscuidad, tu prostitución, tu extravagancia. Un índice marca mi entrecejo. Ese es maricón, escupe y sigue. El remolino aumenta, la velocidad se estimula, tal parece que hay alarma: escucho a cien hombres dando voces en mis oídos, cuánta tierra en mis manos. Van apareciendo los primeros estigmas. Sólo le queda a la moral caer como un bloque sobre mi cuerpo.
Me observan. Ya me notan perturbado. No sé cuanto tiempo han permanecido contemplándome. la reunión se ha detenido y hay un silencio que acentúa el comienzo de la caída y el ruido. No hay que hacer preguntas, mi cara es el sinónimo del espanto. La noche ha llegado para quedarse.
 
 
EL OTRO MIGUEL
 
Permanecemos junto a la ventana con la l grima a despuntar y una angustia que te conmueve y te hace regresar a los versos que hablan de desencantamiento y libertad. la sonrisa no aparece, anda por algún rincón del recuerdo y las palabras no son palabras; tal vez imágenes que se mezclan.
Observas el reloj y el tiempo avanza, tal parece que en una carrera hacia el final: la meta se transforma en una escuálida figura. El viaje se repite; otra vez el principio de la historia y el devaneo en los sentimientos que no deja precisar la moraleja. El rato más largo es el desamparo. Una vez más la l grima no deja a la mejilla: tan sólo se asoma al mundo. ¿Y Miguel, dónde estás ahora Miguel? Los versos del hombre amado han sido aprendidos de memoria y se acomodan a cada experiencia. Tu paisaje es el resultado de las horas de amor: la fiebre y el desconsuelo te han rodeado. Pero aún en estas condiciones no hay arrepentimiento. Los ojos de Miguel han viajado lejos, mas está fijo lo
que no se puede arrancar porque tu vida la has convertido en su nombre, el paso que se ha plantado con la fuerza de los que no van a rendirse.
Cuando le conociste gustaba de él como de la manzana. Los primeros encuentros traídos por la casualidad fueron el asombro del mundo; qué te importaba el resto si tu gusto no estaba programado y el apetito te sorprendió cuando menos cubierta andaba el hambre. Hubo placer el día en que estrecharon sus manos y las miradas se confundieron con la emoción y el intento de una conversación a medias, el sitio no era bueno por el ruido de los amigos y la música que alborotaba el  rea. Aquella noche se convirtieron en observadores de un ambiente que luego comentaron, cómplices de una voluntad, secreto alimento de la esperanza. Por ello coincidieron otras veces ya sin testigos y la intención fue manifiesta con palabras pocas veces usadas y así quedaste atontada en medio de la distancia cuando fuiste advertida de todos los riesgos. El amor no es un juego ni una suerte que el azar roza para divertirse.... le escuchaste decir. Comprendiste que las acciones determinan el curso de la vida: la realidad no es un sueño que se bebe sobre la almohada.
Las calles te hablan de él, los parques y el gastado malecón. Allí pasaron horas que se convirtieron en energía para desoír toda la cordura: el beso, el primer beso, el definitivo, dió riendas al desenfreno y no hubo solamente besos, la ternura apresuró a las caricias y las manos de Miguel tocaron tu cuerpo y se erizó tu piel y te llenaste de ganas. procuraste contención, esto no es bueno: Miguel cedió y bajó los brazos, absorbió el aire, miró al infinito. Mi censura me hace diferente, dijo. El silencio se impuso y con él, el final de la escena. Y no fue esta la única, repetidos momentos de indecisión y temor al contacto llenaron instantes en los que deseaste correr para escapar al desastre porque conocías que la entrega del amor no significaba la ruina.
Entre actitudes asumidas y negadas te detienes a pensar en lo que te hubiera ayudado la ruptura del romance. La preocupación no sería sombra y otro joven muy bien que podría amarte hoy; al fin y al cabo, Miguel no era el único hombre sobre la tierra. No era necesario lanzar tu vida a la aventura en que la inseguridad formaba parte del consumo. pero estabas parada en la bruma que prohíbe decir no y la urgencia de Miguel y sus historias y su propia vida se te han colocado dentro como vivencia y por costumbre. De esta forma viste a Miguel con la soledad del hombre que vive una sociedad reducida a unas trescientas personas; le viste allí, cuajado en la pena, pagando por la seguridad de otros hombres; allí, en su jaula dorada, donde lo recibe todo hasta la muerte. Y sentiste a Miguel deprimido con sus pesar colgado al hombro, víctima de algo que se expande por su cuerpo y le ocasiona trastornos. Comprobaste que su vida quedaba limitada a permanecer quieto, mirando la partida de uno, dos, tantos que se han ido y una vez más la l grima a punto pero no cae. El llanto no es remedio.
Siguen en consecuencias las estampas, hay digresiones, no hallas coherencia en los actos. A tu mente llegan los momentos en que esperabas verlo aparecer por la esquina del barrio y tu voz impresionada lanza un grito ahogado por la remembranza de la satisfacción y el júbilo. El te alza con sus brazos fuertes y tu le pides que te devuelva al suelo; el besa tu cuello sin oír y piensas que pueden verlos. Que no se entere mi madre: b jame Miguel. Y Miguel cada vez más exigente dando amor y tú sin poder aguantar, no resistiendo más tu suerte. Caen sobre el lecho los dos desnudos, las mil caricias, el agrado de sentir el sexo entre sus piernas, la pasión, el olvido y los labios que piden más; tus dedos arañando la rudeza de una espalda y el sudor que los envuelve por completo. Miguel golpea su pelvis en tus caderas y los suspiros y los halles enredando los cabellos igual que los caminos que poco a poco se van haciendo uno porque tanto fue el disfrute que no se dieron cuenta cuando se rompió la protección y el mal viajó de su cuerpo al tuyo. Hubo calor aquel día en el cuarto y el amor fue bienvenido.
Por fin rueda la l grima, se precipita acariciando la piel; se acerca a la comisura de los labios, sigue. Ahora el suspiro es otro, más reflexivo, casi resignado. Atrás quedaron las citas clandestinas y el desafuero. La verdad se va apropiando de tu existencia y el peligro con su mano abierta te exige entrar. Te preguntas si las razones de amor fueron suficientes y una sonrisa que crees dibujar es la respuesta: qué me importa una vida corta si ha sido intensa. No te duele la enfermedad porque aún amas; has mostrado tus armas al mundo y no hay quien te haga inclinar la cabeza. Tu amor se vuelve un canto que llena de dicha la felicidad y la felicidad es estar junto a Miguel,ser tú su persona,el otro ser de su agonía.Te convences que es el final de tu historia, que tu viaje por el sendero de los riesgos no llegó por la curiosidad o la lástima, sino porque hubo amor del bueno. Así está el recuerdo, las veces que apareciste en el sitio donde él no quería ser visitado y le decías, estoy aquí Miguel porque te extraño, apenas una semana sin ti y ya sobro en este mundo. Miguel te mira queriendo desaprobar tu desenfreno. Por qué vienes aquí, te he dicho que no hagas esto nunca. Pero tú con los ojos más adentro de su ego, con la certeza de que en el fondo hay alegría, un alivio grande por sentirse amado.
Pero no comprendieron tu entrega y Miguel pagó por su osadía por amar de más y sembrar la muerte a corto plazo. Cuando conocieron lo tremendo, una junta decidió llevarlo a los tribunales y un juez dictaminó propagación y tu dijiste que no, yo le dejé hacer, soy culpable. Pero Miguel ya estaba lejos de ti, más lejos que siempre y unas rejas le impedían mirar el mundo.
El sendero se tornó grotesco, por fin asomó la garra de la caricia: el mar un remolino, una carcajada en forma de burla llamó a la ira. Y tú con las manos libres, incapaz de mover los dedos. Tampoco vas a salvarte. El peso de la ley no es un abrigo. Y enfermó Miguel pues su vida iba en estropicio: su fe se convirtió en un sueño desde el lugar donde moría. Fue trasladado al hospital días antes de su muerte añadió un número más a los números de una computadora. Fue enterrado y fue olvidado con la misma rapidez porque otros siguen su destino. Miguel no es el último.
Entra en crisis tu alma y te afliges. En la ventana hay neblina. La experiencia se vuelve un ejercicio para la vida y te compadeces por Miguel y por ti;porque de repente, estas en el lugar donde estuvo Miguel, ocupando su plaza en el paraíso donde se consumen los hombres, donde no deseaste que estuviera Miguel y crees pagar la lujuria y recuerdas que el amor es una selva de fieras pero es amor y aún amas y gritas que seguir s amando porque por amor se puede hacer cualquier cosa.
 
 
LA SALIDA NO ERES TU
 
Para qué me haces recordar tantas cosas. No te das cuenta, no quiero hablar de esto. Amigo, estoy aquí para cambiar de ambiente, olvidarme del vicio que hay de achacarme parte de la culpa. Estás así porque te da la gana, tú eres la culpable, en tu lugar hace buen rato que hubiera salido de eso. Es mi marido. Si, lo dejaste desandar por la calle y mira el resultado. Eres una aguantona! Sí, soy aguantona ¿pero que iba a hacer, dime? Lo que todos esperaban: recoger los bultos, agarrar a Marisol del brazo y largarme.
Has cualquier cosa pero no me mires ahora. Tienes lástima de mí, ¿verdad? Quieres oírme decir, estoy rendida, tú tenías razón, todos tenían razón. A veces ¿sabes?, a veces tengo ganas de dormir y no despertarme más, borrarme de este mundo, huir al infierno, no tener compromisos. Pero esta es una responsabilidad que asumí sin empuje de nadie. Yo decidí mi vida, yo misma escogí mi sentencia por orgullo, por amor. Amor? en ocasiones me pregunto si queda amor... quizá  sea la costumbre. No malinterpretes mis palabras, olvídalas.
Los viajes de Eladio al interior, los asuntos de trabajo le ocupaban mucho tiempo. Yo sin darme cuenta. Con el maldito viaje a Europa empecé a perderlo. No quise ir con él por la niña. Marisol estaba muy pequeña y además, enferma. No quería exponerla a algo peor. Que ironía! Quien se expuso fue un adulto. En verdad no estoy segura si fue allá o aquí donde lo cogió. Eso no me lo ha aclarado nunca. El da vueltas y vueltas y se hace un lío. Al final, supongo que hubo más de una amante. ¿Tienes café? Si quieres lo cuelo yo.
Nunca te he contado como conocí a Eladio.Fue en una fiesta de fin de año en casa de una amiga. Por cierto ¿que habrá  sido de ella? El caso es que nos miramos. No paramos de hacerlo, coincidimos varias veces. Estaba avergonzada. Cuando esquivaba su imprudencia un temblor me subía por los pies hasta el cuello. Fueron mis dieciséis años y mi primer novio. Aquella noche sólo hubo miradas. El noviazgo vino después. No imaginé que vivíamos en el mismo barrio. En lo adelante los encuentros fueron seguidos. Me lo tropezaba en cualquier parte: en la esquina, en la bodega, al salir de mi casa, hasta en la entrada de la escuela. Toda una persecución! Y me dije, si no me habla, le hablo yo. Y fui a su encuentro. Por Dios, qué timidez. No pensé que fuera tan encogido de ánimos. Prácticamente tuve que sacarle las palabras de la boca. Si me preguntas quién temblaba más en ese momento, no sabría decirte. Nos pusimos tan nerviosos que soltamos la carcajada. Imagínate, yo creo que hasta era primerizo. Tenía tan poca experiencia.
El resto tu lo conoces, es una historia muy tonta, una chiquilla enamorada que leía versos de Bécquer, Neruda y esperaba a su novio para pasear esperando la puesta del sol. ¿Sabes qué tiempo hace de esto? Dieciocho años! ¿Te parecen bastante? Mi primer hijo debiera tener ahora esa edad, bueno, quizá  un año menos. Eladio sólo fue tímido al principio. Enseguida esa bobería se le quitó y por supuesto, ahí llegó el susto, el corre y mi madre que tienes que sacártelo, que eres muy jovencita para parirle un muchacho, que si estás loca, en fin, un legrado a tiempo y la vuelta a la normalidad. Por suerte pude terminar el Pre.
Tengo recuerdos lindos. Nuestra boda fue un escándalo, una sorpresa.No hubo preparativos ni fiesta. Mi madre, como siempre, puso el grito en el cielo. Por eso acordamos irnos a vivir con sus padres en un cuartico al fondo de la casa. No era mucho, pero allí estaba nuestra felicidad.En ese ambiente nació Marisol. Ay, que alegría con el embarazo. Los mimos, los pañales...no sé qué intuición tuve,pero desde aquel día el matrimonio no fue el mismo. Tal vez porque ahora éramos tres.
Y aquí estás tú. Sin decir una palabra me acechas. Pronto vendrás a la ofensiva, cada vez ganando más terreno. Te has ido colocando por la vía de la urgencia; te has hecho necesario. Sabes que pienso en ti, sola vengo a tu encuentro. Porque este es mi refugio, aquí me relajo, libero las tensiones. ¿Ser  este el único lugar donde realmente quepo? Todo es tan diferente.
Quiero pedirte disculpas por lo que sucedió ayer. Casi no me atrevo a hablar de eso. Para tí seguramente no tiene importancia;pero para mí sí.Somos amigos, no sé como pude. Te digo que estoy avergonzada.¿Cómo pude ser tan mujer, tan débil? Nuestros cuerpos se acercaron demasiado. Yo acababa de regresar de ese maldito lugar. Estaba agotada, necesitaba conversar contigo. Tú me abrazaste y yo dejé escapar el llanto. Permanecimos largo tiempo así, descansando. Sin saber como el roce de tu cuerpo en mi piel buscando mis ojos, tu respiración tan cerca y tus labios y los míos...Oh Dios, menos mal que me aparté a tiempo. Somos amigos, sólo amigos. Esta amistad no puede desmoronarse. Prométeme que no volver  a suceder, que no existe tal sentimiento, que todo fue mentira. Niégalo. Debemos seguir como antes. No puede existir entre nosotros ninguna sombra que empañe la comunicación, que altere el ritmo de nuestras vidas aunque esta voluntad me condene a permanecer sola.
Desde esta ventana observo la luz, el horizonte. Quisiera correr y emborracharme de aire,evaporarme, convertirme en polvo y volar sin rumbo,qué importa si a una playa o al centro del planeta. Quiero sentir el viento con su olor a ciudad, la ciudad del mar que me ha acompañado desde pequeña. Pero estoy justo al lado de la jaula del sinsonte, de este lado de la reja, con más ligaduras que las del propio p jaro. Ah... este café está delicioso aunque es recalentado.
Qué bien se está aquí. Tienes un apartamento acogedor. En esta butaca estiro los pies, la cabeza atrás y los ojos cerrados en una mirada adentro, al hoyo de mi congoja. Dejo relajar mis brazos, están tan cansados.
Siento que llevo el peso de un dintel a punto de caer pero no cae. ¿Cuánto tiempo hace que no voy a un cine? Y qué decir a un teatro. Mira estas uñas sin pintar, y este pelo. La rutina me está erosionando. Vivo solamente para Eladio, Marisol y la casa. Se me ha olvidado el sabor de las fiestas, los restaurantes, ya ni pongo el radio. Y las guaguas...bueno para qué te cuento. Estos viajes van a acabar conmigo. Hasta cuando llevaré esta cruz! Yo no soy Cristo.
Pero dejar un hombre en esta situación es también un crimen. Si lo hubieras visto entonces! Que digo hombre, era un estropajo. No voy a negar mi indignación, deseaba explotar, pero acabé colocando mi mano sobre su hombro. ¿Qué has hecho Eladio? Y la respuesta, qué respuesta. Sabrá  Dios donde fue a esconderse. No te das cuenta, puedo estar jodida. ¿No comprendes el daño que nos haces con esto? ¿No pensaste en tu hija, en tu familia? Eres un inconciente. Y yo. ¿cómo quedo yo? Sabes lo que voy a hacer: salir por esa puerta y no verte más. Pero no me fui. Sabía que esto pesaría sobre su dolor y me mantuve quieta. ¿Quieres agua? Trataré de que Marisol vuelva a dormirse. Velé toda la noche, cómo podría cerrar los ojos.
Hace seis años Eladio va a la casa los fines de semana, el resto se lo pasa internado. Ha estado varias veces frente a la muerte y yo esperando lo peor. Son años los que he permanecido con este desasosiego. En cualquier momento se me escapa. No quiero ni pensar en eso. He resistido tanto que ya no se si pueda continuar de pie. Soy el blanco de las miradas. Cuántas dudas hay sobre mí. Crees que no recibo con qué deferencia me tratan los vecinos. No me dicen nada, pero en sus ojos veo la intención, la hipocresía. Muchos piensan que estoy enferma. Y Marisol tan alejada de estos problemas; es casi una adolescente y no hallo cómo explicarle lo del padre. Cree que él está trabajando en Camagüey. Cuando acabar  esta farsa. Ser muy triste que lo sepa por otra persona. Ella nota que no anda bien, ya no se recupera. Marisol tiene derecho y sabrá  entender, es su hija.
Me hablas de una salida. Tu no eres de los que se aprovechan aunque en el fondo eres un seductor. Sabes esperar, conoces lo que les sucede a las mujeres como yo, que prácticamente no tienen marido.A mi hombre, si puedo llamarlo así, lo estoy perdiendo. Es un proceso lento. Lo veo irse de mis manos y por momentos no sé si asirlo fuerte o soltarlo. Ay amigo, mi violencia es vivir. Después de una vida para los otros, qué haré cuando no tenga a quien dedicarme.
La noticia fue pólvora para mi familia. Hubo hasta quien dijo que era maricón. Desconozco cu l fue su vida sexual en la calle, pero estaba segura de que lo amaba. El amor no se evapora de un día para otro. Diez años a su lado! Teníamos nuestra casa, una hija y un mundo que consideraba perfecto para mis gustos. Claro,su infidelidad fue un hecho:tuve que enfrentarla. Hay tantos que viven acabando por ahí y sus mujeres ni se enteran Pero Eladio se puso fatal. Inmediatamente me hice los ex menes ­Qué agonía! A él se lo llevaron y yo quedé con el suspenso atorado en la garganta. Me aterraba pensar que lo seguiría a ese infierno. Gracias a Dios estoy afuera. Mas, de que me valió. Cuando le ví otra vez, con el desencaje en el rostro, la situación crítica que lo absorbía, qué menos hacer. Soy tu mujer Eladio, estaré a tu lado siempre, te prometo que no voy a faltar. Sus manos encontraron las mías y fue como un pacto. Me ataba la costumbre de un matrimonio,la amiga en las horas difíciles,la promesa de no volverle la espalda.
No puedo más. Estoy hasta aquí. El sinsonte aún puede cantar en su jaula pero yo... yo. No voy a llorar como la última vez. También estoy cansada que sientan pena por mí. Yo la mujer sufrida, la pobrecita con un marido en ese estado, prácticamente convertida en una enfermera. Bah! Estoy harta de condolencias. ¿Eso arregla en algo las cosas? Cuando supe de sus labios la enfermedad no supe si correr, si abrazarlo, si matarlo.El llanto no me dejó. Ay Dios mío que momento tan patético. No quiero revivir aquel día. Su cara estaba blanca como un papel y su voz temblaba. El gorgojeo llegaba a mi oido y yo, acaba de una vez, qué te pasa. Y él como siempre,dando vueltas al asunto. Yo acababa de acostar a Marisol. Eladio, por favor, que te sucede. Y otra vez la jerigonza y el dale pa'lante y pa'trás. El médico si, ya sé que fuiste a hacerte un chequeo. El resultado es eso? Habla, qué dió el resultado. No des más vueltas. deja de hacer muecas. Me lo dices coño o te arranco el pescuezo. Y la palabra, la única palabra que no esperé oír de sus labios fue un trueno en mis oídos.El grito subió a mi garganta y la niña: mamá que pasa.
Mejor no te sigo contando. Ya sé lo que vas a decirme, pero no quiero eso. Preferiría ir con un cura a descargarle a mi angustia, a buscar el perdón de Dios. ¿Cómo logras que te cuente tanto de mí? Apenas unos meses y tal parece que te conozco de toda una vida. ¿Sabes que pienso? Esto es una estrategia tuya. Me proteges demasiado y me atemorizo. Cuando me sonríes me haces un chiste y me lo tiras todo en broma, entonces me relajo y otra vez vuelvo a hablar como una loca.
Iré al cine esta noche. Cómo podría rechazar la oferta. Siento que cambia mi atmósfera. El rumbo se torna otro y el puerto que veo no es el de la promesa. Creo que voy a fallar, romper con el tiempo y lanzarme a tus brazos. Soy una mujer, necesito... ¿Qué hago con esta piel? Cada vez se me arruga más con las l grimas. No te cerques, por favor. La tentación no es mi juego favorito. Qué puedo decirte ahora con la conciencia exigiendo cumplimiento. Una razón me prohíbe flaquear en los momentos que más me necesita. ¿Cuántas puertas tengo ante mí? ¿Por cu l de ellas está la salida? Una ventana, una jaula, una soledad vestida de negro. No digas nada, no quiero oír una palabra. La balanza no ha de inclinarse a favor de la suerte, porque si de algo estoy segura es de que la salida no eres tú.
 
 
 
 
"SIN TITULO".
 
El llanto corre
río abajo
llanto llanto largo
la cuerda tensa va a ceder
se ahoga esta miseria de l grimas
lo importante es naufragar
en la intemperie
entre quejas espantos
media luna saborea el espectro
arcoiris no eres más que hilo
provocando una piñata
qué manía de aceptarlo todo
recurrencia de fórmulas del hombre
cuando vale la pena ahogarse
por este llanto que no ser  destino
quizá  algo para matar el tiempo
creen que lloro el desconsuelo
y me río de mi burla de mi llanto
llanto largo llanto
capricho para llorar
tengo la risa atorada en la garganta
sarcasmo
los que me dicen ya está hecho
mira el cristal los colores
de este invierno
ahora ríe y llora y ríe y ríe
revienta con la mueca
esputo sobre caras conocidas
venganza
los bacilos navegando en la marea
respirar tomar morir
llanto y risa confundidos
largo largo llanto.
 
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