AVELINO
VICTOR COUCEIRO.
Curriculum vitae
Cuentos: Penito. Truco Tirapiedras. Cindra.
El eterno amor de la luna nuestra.
- PENITO
-
- Penito era un niño como muy pocos: casi
todo lo avergonzaba. Trabajo le costaba acercarse a
mì,cada vez que me veia salir al portal para escribir y
quedarme pensando largas horas, pluma en mano. Y
èl,desde su cuarto en la casa de al lado, me espiaba,
porque conocia mis costumbres. Asì, mientras yo me
llenaba con cada puesta de sol o con la lluvia fresca, o
incluso con algùn amanecer en que no habìa logrado
conciliar el sueño, sòlo el conocia de sus vigilias
tras sus persianas, como si apostara con sus muñecos
acerca de lo que yo escribìa. Pero como todas las
personas de extrema vergüenza, en ocasiones se armaba de
valor y resultaba temible. Fue asi como una tarde,
ensayando yo un personaje de teatro en base a mis
ùltimos escritos, descubrì un eco que no me perdìa ni
pie ni pisada, una mirada fija en lo mas profundo de mi
alma que me hacia perder concentraciòn, lo cual
resultaba harto extraño en mì. Y al volver halle sus
ojos en el umbral de mi puerta, sus ojos grandes y vivos
en cuya existencia yo jamàs habìa reparado, en medio de
un rostro infantil tan rojo de vergüenza que se le
erizaban los pelos de la cabeza, pero firme ante la
sorprendida e inquisitiva expresiòn de mi mirada.
- - " ¿Serà acaso el personaje que
debe contestarme en escena?" - recuerdo que
preguntè para mì.
- Como todo artista que estudia la sociedad,
yo buscaba por aquel entonces aislarme del mundo entre
mis cuatro paredes del campo para poder crear. Mas a
aquel curioso que con tanta admiraciòn seguia mis pasos
uno por uno, yo no podia echarlo a la calle... Sin
necesidad de eso ya estaba en los limites extremos de su
pena, y pronto comprendì que su presencia, e incluso su
di logo, oscilante entre la extrema medida y el màs
indiscreto y agresivo desenfreno en sus arranques de
altiva y posesiva honestidad, no constituian en lo
absoluto un obstàculo a mi creatividad, sino que todo lo
contrario, completaba mi mundo de forma tal con sus
aciertos y desaciertos que mi inspiraciòn se sintiò
màs capaz y fecunda que nunca, y me confiaba en si
misma. Y no porque Penito me alentara directamente ni
estimulara mi ego natural. En ocasiones subvaloraba hasta
la nulidad mi talento artìstico y mis investigaciones
sociales, y hasta llegaba a hacerme la competencia, por
cierto que no lo hacia nada mal. Pero hasta eso para èl
era un juego, y esforzandome yo en depurar mi estilo o el
acabado estètico de mis obras, me hallaba de pronto cual
juguete entre sus manos de niño y sòlo su sonrisa
comprensiva e indulgente me salvaban de la desazòn,
cuando me señalaba lo que màs le habìa gustado de mi
obra del momento de esa forma creada entre los dos, lleno
de un orgullo profesoral que a duras penas contenìa por
una modestia facilmente reconocible en su parentezco con
la vergüenza.
- Todos los dias - y muchas noches - Penito
se escapaba de su casa tan pronto tenia una oportunidad,
y empezo a traer consigo una perra recien nacida en los
alrededores que alguien habìa abandonado a su suerte, y
que tuvo la fortuna de convertirse en nuestro tercer
còmplice. Al principio, yo le daba la comida y le
llenaba una latica de leche, y luego la obviaba, sin
darme cuenta de que el pequeño cachoro se hartaba para
quedar finalmente con la panza inflada patas arriba, las
orejas paradas mirandome y la cola incontrolable, y fue
Penito nuevamente quien me enseño que nuestra perrita no
solamente era para cuidarla, sino adem s para
compartir nuestras aventuras e incluso, nuestro arte y
nuestras investigaciones sociales. Asì, pronto llegue a
acostumbrarme a ver a Penito discutiendo con la perra
sobre el empleo de los artìculos en un determinado poema
o tratando de montar una nueva coreografìa para sus
ejercicios de danza aerobia. Una vez tuve que ponerme a
su altura, y contar seriamente con el animal en el guiòn
que querìa escribir para una pelìcula.
- Ni que decir tiene que cuando decidì
llevar a Penito conmigo a la radio - y a la perra, por
supuesto - para una entrevista que nos permitiera hacer
gala de un di logo interesante y provechoso entre un
adulto y un niño inmersos en la creaciòn artìstica, me
hizo quedar mal, pues no se atreviò a pronunciar palabra
cuando saliò al aire, y aquel niño - genio que yo
querìa presentar sòlo contestando con resoplidos a mis
preguntas, viendome obligado a comentar mis propias
observaciones y transformar el pretendido di logo en
un monòlogo. Ni siquiera la perra, tan inquieta de
costumbre, dejò emitir un ladrido.
- Claro,los padres de Penito toleraban esta
relaciòn sin mucha simpatìa: para ellos yo era un loco
inofensivo, y èl no era nada màs que un niño con una
perra de cuya raza ademàs tenian dudas, para colmo. Yo
lo veia bien diferente: para mi, Penito no era nada menos
que un niño, con una verdadera amiga. Ellos nunca
supieron leer como yo el genio que vislumbraba en sus
dibujos y en su fino y agudo sentido del humor, en su
disposiciòn y sensibilidad a las diversas artes y sobre
todo, en su absoluta capacidad de amar, ocupados como
estaban en su propio prestigio profesional, en sus
oraciones de cada dìa y en las cosas del mercado y las
tiendas.
- Y una mañana Penito no llegò. Preocupado
a mas no poder por la tarde, me asomè a su ventana y
descubrì su casa sellada. Sus padres se habìan ido
sorpresivamente, y por supuesto se lo habìan llevado a
èl. Como siempre, no le habìan preguntado su opiniòn a
la hora de marcharse ni mucho menos, y estoy seguro que
para Penito fue una sorpresa tan desagradable como para
mì, sobre todo cuando no le dieron ni tiempo para correr
a avisarme para darme su nueva direcciòn, y a soñar
juntos aunque fuera por ùltima vez. No le habian dejado
ni el derecho a soñar por sì mismo, pero eso, bien lo
sabemos, nunca podrìan quitarselo.
- Allì en la carretera, estaba la perra,
desde la mañana, mirando tal vez al punto preciso por
donde se habia esfumado el carro que llevaba a Penito.
Ese fue nuestro ùnico consuelo mutuo, y su ùltima
prueba de valores. Con tal de no dejarme tan desorientado
y abatido, Penito se sacrificò y se abstuvo de llevar
consigo aquel ser que tanto amabamos ambos, para que
entre la perra y yo, la soledad fuera mas pasajera. Fue
entonces ella quien me ayudò, mirandome con su cabeza
ladeada y sus ojos grandes y vivos, tal y como descubrì
los de Penito aquella primera tarde en el umbral de mi
puerta, esperandome para crear juntos mi pròxima obra;
fue ella - bendita sea esa "niña" quien me
ayudò a escribir estas memorias de aquel niño singular,
mientras ambos esperamos aùn con la puerta abierta a que
Penito se escape de donde quiera que estè, como
siempre,y vuelva a nosotros para continuar labrando
juntos entre los tres el infinito mundo de fantasìas y
amor que nadie tiene derecho a truncar, ni siquiera
nosotros.
- Sus padres no lo entendieron, no lo
consideraron nada màs que un niño y no le prestaron
ojos ni oidos, pero Penito, que era todo un niño,lo
sabe. Sòlo por eso pudo robarse mi corazòn que se
llevò consigo, y con su avergonzada sinceridad habitual
vendrà a restaurarmelo sin falta, para escribir entre
los tres mi propio cuento.
-
- TRUCO TIRAPIEDRAS
- Para Maykel y sus amiguitos,
- sobre todo aquellos que aprenden cada
dìa,
- que cuando dejan de tirarpiedras,
- crecen en el mundo de los buenos.
-
- !Dale! !Tìrale!
- Gritaron a su espalda. Truco se sentìa
emocionado cada vez que encabezaba a los chiquillos del
barrio, en las aventuras mas diversas. Corrìan por las
calles y los parques tras èl toda una gama de criaturas,
varones casi todos, cuya excitaciòn favorita era la que
conocìan durante lo que llamaban "la
cacerìa".
- - Allì està, silencio... Que no espante
a volar... Que no se vaya...
- Segùn los dìas, se dedicaban a
crucificar lagartijas, a echar a pelear perros entre sì
en luchas encarnizadas, o a torturar gatos amarrados.
Todo ello se lo habìan enseñado algunos mayores, aunque
otros no lo aprueban. Ellos no entendìan por què, y
todo dependìa de la vìctima que en ese momento le
pasara por delante. Hallaban particular placer cuando
apaleaban ratones, muy estimulados por varios adultos,
que constantemente los invitaban a ello.
- Pero en estos precisos momentos se
entregaban a la difìcil tarea de tirarle piedras a los
gorriones y otras aves similares, mientras corrìan
jadeantes, por el cèsped, destruyendo jardines completos
de flores distintas y arrancando pedazos de los àrboles,
mientras provocaban la risa de alguna madre o hermano
mayor por lo que llamaban "las travesuras del
niño".
- - !Ahora!!!
- Truco soltò la piedra que habìa en su
pequeña arma. Sin ver siquiera el recorrido que la misma
hacìa mientras surcaba el aire, pudo percibir un golpe
seco entre las ramas y algunas plumas que se desprendìan
al aire; algo caìa al piso... Pero a Truco no le diò
tiempo de verlo llegar a tierra.
- Inesperadamente, un fuerte dolor le cruzò
totalmente el pecho. Truco no podìa respirar, y rodò
por el pavimento. Quiso pedir ayuda a sus compañeros de
juego, que lejos de atenderlo continuaron gritando cada
vez màs fervientemente, y corrìan hacia èl con un aire
que a Truco, en vez de tranquilizarlo, lo llenò de
terror.
- - !Al fin! !Al fin! !Lo cogimos!
- Espantado, Truco descubriò que estaba
lleno de sangre. Apenas podìa moverse... Tenìa deseos
de volar, pero el dolor en el pecho no le permitìa
siquiera tomar el aire necesario a sus pulmones, y se
ahogaba.
- El pie de uno de sus amigos que corrìan
se le afincò de un golpe sobre la misma columna
vertebral, y el dolor que alcanzò el climax le arrancò
làgrimas de sangre. Al momento recobrò todo el
movimiento por el mismo dolor, y màs àgil que nunca,
Truco se levantò a todo correr, intentando llegar
primero que todos los demàs.
- - ¿Què te pasa, tropezaste? - Le
preguntò alguien.
- Pero Truco no tenìa ahora m s que un
pensamiento fijo, como si toda su vida dependiera de èl.
Ya los niños mayorcitos, que habìan llegado primero, se
agachaban con rostros frenèticos para recoger algo del
piso... Sin embargo, en un gigantesco salto, Truco se
lanzò a arrebatarles la presa herida.
- !Es mìo! - gritò con tal firmeza, que
todos se callaron al momento y un silencio inexpicable y
profundo, como el vacìo, cambiò el curso de la vida de
aquel parque. Al centro, Truco no sabìa què hacer; era
el punto de atenciòn de todo el mundo: ahora estaba màs
calmado, màs pensativo, aunque tambièn un poco
nervioso. Entre las palmas de sus manos abiertas estaba
el gorrioncito herido, pero vivo, que lo miraba en busca
de protecciòn. El hueco de su mano se habìa convertido
en nido perfecto para darle calor y cariño de vida a
aquel pequeño ser emplumado, y Truco sintiò la fuerza
nueva y singular de una gran alegrìa, una experiencia
excitable que nunca antes habìa conocido en la vida y
que lo hacìa por primera vez, inmensa y verdaderamente
felìz.
- - No, no es mìo- dijo a todos con voz
màs suave, pero tambièn màs firme.
- - Tù lo cazaste, Truco... Te pertenece,
es tuyo...
- - No, no es mìo. No es verdad que sea
mìo. Pero tampoco es de ustedes. Nadie es de nadie, no
se dan cuenta que no puede ser? Nadie pertenece a
nadie...Ni nadie tiene derecho de atacar a nadie... Ahora
siento mucha vergüenza de haberle tirado piedras, de
haberle herido...De haber hecho tantas cosas que... sòlo
ahora... Siento vergüenza...
- A Truco se le trababan las palabras
ahogado por el sollozo. Sentìa clavados en el alma los
ojos del avecilla.
- - No es mìo, y le he hecho daño. Por lo
menos vive, menos mal que no lo matè. Y me lo voy a
llevar para curarlo. Ustedes no vuelvan a buscarme nunca
para estos juegos, nunca, nunca... Son juegos tontos y
malos. Ni siquiera son juegos. Puedo seguir jugando con
ustedes y seguir como jefe si quieren, pero no asì. Voy
a hacer juegos nuevos, donde seremos los buenos de
verdad, los que defienden animales asì de los niños y
de los adultos,que los han perseguido,y cuidamos a los
animales con hambre y frìo en la calle, y buscamos que
curen a los que estàn enfermos y que no los maten los
carros, no los dejamos que crucen con peligro, como dicen
en trànsito. Voy a ser el jefe de la banda contraria
ahora, me entienden? Hay muchos, muchos otros juegos que
nos pueden divertir mucho, sin dañar a nadie,
comprenden?
- Dos o tres de los chicos que lo
escuchaban, bajaron la cabeza avergonzados; otros
soltaron los palos y los tirapiedras que tenìan en la
mano, mientras dos de ellos salieron del cèsped e
hicieron retroceder a una pareja de adultos que para
atravesar el parque iban a caminar sobre toda el
rea verde, y mucho menos permitieron al hombre que
arrancara flores para su compañera: cuando vieron que
tenìa esa intenciòn, varios chicos màs se sumaron a
los dos primeros para impedirlo. La pareja, molesta y sin
entender, se fueron de mala gana por otro camino
pavimentado. Una niña cerca secò sus ojos y retirò la
lata que habìa amarrado a la cola de un pequeño perrito
de la calle, al que prefiriò darle de sus galleticas que
comìa y acariciarlo ahora con un poco màs de respeto y
cariño, y sobre todo, con mucho cuidado, con delicadeza,
como nunca antes habìa hecho. Otra niña rechazò la
flor que la madre ya tenìa arrancada para ponerle en la
cabeza; la madre, por supuesto, tampoco entendiò nada, y
la acusò de"mal criada".
- Ya los amiguitos de Maikel no recordaban
con admiraciòn, si no con horror, a aquellos vecinos
adultos que les ponìan a hervir agua para que lanzaran a
los perros que pasaban por la calle y a los gatos, que
maullan al anochecer con hambre.
- Pero una señora de tez cobriza que lo
habìa visto todo, pasò su mano con amor sobre la cabeza
de Truco, que al retirarse del parque en silencio, pasaba
por su lado.
- Y desde la esquina y antes de desaparecer
de vista, Truco se virò y gritò nuevamente, ya en la
distancia, como para que lo oyeran todos:
- - !Nos vemos mañana, para nuevos juegos!
Ya les contarè còmo sigue el gorriòn. Los que quieran
ayudarme a cuidarlo, como un nuevo juego, vayan por mi
casa. !Ah, y ya tendrà un nombre entre nosotros! Se
llamarà Truquito. Asì que ya saben... !los esperamos!
-
- Domingo 21.6.1992.
- 12:00 del dìa a 1:45pm,
-
- CINDRA
-
- Mi amigo la comprendìa, la justificaba
incluso, hasta cierto punto; yo, en verdad, no puedo.
- Claro, èl nunca la aprobò tampoco. Pero
sì la conocìa mejor que nadie, y decìa que habìa que
ver en su corazòn para entenderla, que podìa
llegàrsele a querer, o a tenerle làstima, segùn.
- Porque Cindra era de pocas palabras, como
toda serpiente, y su apariencia denotaba cierta
malignidad, un algo misterioso que apenas pudièramos
explicar. Pero dice el boabab que tambièn entre las
serpientes podemos hallar los mayores contrastes.
- Por supuesto, algo tuvo que inducirle a
seleccionar el tronco de mi amigo entre tantos àrboles
ajenos para enroscarse, y establecer allì su vida
sedentaria. Algo, que le hacìa identificarse con el
noble y desinteresado corazòn del boabab. No, no
recuerdo jamàs que nadie haya contado que Cindra hubiera
cometido ninguna fechorìa, nada sucio, ningùn crimen,
excepto quizàs...
- Fue viviendo en el boabab donde conociò
aquella oruga que, como toda oruga, no era linda en lo
absoluto, pero despertaba un profundo sentimiento de
ternura, de ingenuidad, ,un candor especial que sòlo el
alma podìa leer. Y entre tanta belleza que en el bosque
criaba la Naturaleza, sòlo a la oruga Cindra miraba sin
pestañear, horas y horas enteras, sin moverse, como si
guardara el màs absoluto reposo, esperando por algo que
definiera la vida. Cualquiera hubiera dicho que estaba
pròxima a saltar sobre su vìctima, o sobre el futuro...
- La oruga temblaba de pànico,con solo
presentirla. Pensò que aquella mirada obsesiva, y
peligrosa, clavada sobre sì como una amenaza constante,
era peor que si la exterminara ya de una vez. Le
aterrrorizaba cada atenciòn de la serpiente, que sin
hablar ni dejar de mirarla sin la màs mìnima
expresiòn, corrìa a alcanzarle el alimento o el agua, a
protegerla del sol o de la lluvia, de cualquier
enemigo... Cada capricho de su pensamiento lo complacìa
Cindra al instante, sin que se lo pidiera, y eso la
llenaba de horror, prejuiciada por su constante sombra
sobre sì, y aquella apariencia diabòlica y mal afamada.
Y para evitar los sufrimientos innecesarios, fue el mismo
boabab quien le confesò que Cindra ya amaba, tal vez
como nadie llegarìa a amarla jamàs, (lejos de ninguna
mala intenciòn) tal vez como muy pocas veces se habìa
conocido el amor.
- La confianza de la oruga en la sabidurìa
del boabab le hizo despejar un poco sus temores. Estaba
dispuesta a conocer esos sentimientos, pero aùn algo en
su propio instinto la refrenaba, y no se llegaba a
establecer la debida comprensiòn que ùnicamente el
tiempo puede lograr. Cindra era incapaz de expresarle
todo lo que sentìa por temor a no saberlo hacer, y no
hacìa màs que mirarla y mirarla dìa y noche,
dejàndose balancear un poco, como si la sola esperanza
la llevara al èxtasis del placer. Y la oruga, tìmida e
inexperta, no sabìa tampoco còmo romper aquella barrera
de hielo que se habìa establecido, hasta que un dìa,
intentando obtener garantìa de aquel amor, decidiò de
alguna forma, fuera cual fuera, determinar la situaciòn.
No sabìa que esa forma era tan importante cuando de amor
se trata, no sabìa que habìa que ajustarla a cada
individuo segùn su caràcter, a cada pareja, que el amor
no admite màs garantìas que su propia existencia, y que
representaba el màs alto eslabòn de la necesidad del
alma, demasiado sublime y delicado para determinarlo asì
como asì de superficial, tan a la manera de los demàs.
No entendiò al boabab cuando decìa que todabìa debìan
comprenderse mucho màs antes de exigir mejores
adaptaciones entre sì, pero valìa la pena esperar un
poco, modificar los instintos formales...
- - ¿De veras no quieres hacerme daño?
- Nada respondìa el semblante de Cindra.
Sòlo el boabab se dolìa con ella de que bastara su
actitud callada pero honesta y constante, su mudo e
inexpresivo cariño minuto a minuto. Sòlo reparaba en la
confianza del àrbol, pero no en su intranquilidad con
respeto al mètodo y con cierta simpleza irreparable osò
espetar:
- - Necesito que me demuestres francamente
lo que sientes. Si de veras me amas, entrègame tu amor
hoy mismo. Quiero sentir algo de ese amor tuyo. Aunque
sea, àmame hoy por primera vez.
- El boabab se estremeciò hasta la ùltima
hoja; la oruga no habìa entendido nada. Aquel no era un
amor del dìa, sino el amor, el ùnico y verdadero amor
al que dedicaba la misma existencia. Tampoco Cindra
podìa ajustar a su comprensiòn la medida exacta de
aquella demostraciòn que le pedìa embargada de
felicidad cuando por primera vez oyò a su amada oruga
proposiciòn semejante. El baobab quiso temblar
fuertemente para evitar el tràgico final de lo que
podìa ser una relaciòn de ejemplar belleza, pero la
simplicidad habìa desatado pasiones fuertemente
arraigadas en toda la magnitud de su profundidad y nada
podìa detener ahora las consencuencias. Sòlo en aquella
oportunidad Cindra se sintiò feliz, rompiò incluso su
frìvola apariencia y decidiò demostrar toda su ardiente
vehemencia de la manera que mejor sabìa.
- En el ùltimo instante la oruga presintiò
el peligro, y tuvo miedo. Pero ya era demasiado tarde.
Cindra la abrazaba fuertemente, tan fuerte como su
corazòn latìa de dicha por aquella demostraciòn de
amor tal y como se la habìan pedido, para no fracasar.
Nada entendiò cuando al desenroscarse, la oruga no
respondìa.
- Nadie deseò saber nada màs de Cindra.
Aquel hecho le propiciò el màs absoluto rechazo de
todas las criaturas del bosque, y debo decir que el mìo
tambièn. El triste final de la oruga me impide
conmoverme con el boabab cuando me describìa que nadie
rechazò tanto a Cindra, como la propia Cindra... y eso
era lo m s terrible. Sòlo el boabab intentò darle
nima para seguir viviendo, pero Cindra estaba
contra si misma. Sencillamente, no le interesaba vivir.
- Sin hablar jamàs, quedò Cindra como
siempre, frente al cuerpo yacente de
- la oruga, sin dejar de mirarla ni por un
instante. No sè, porque nadie la viò llorar en ningùn
momento, dice el boabab que los ojos de las serpientes
son demasiado frios para expresar los sentimientos de
Cindra, pero por dentro... !Horror! No habìa cuadro màs
infernal que el alma vacìa y torturada de Cindra contra
sì misma, por la pèrdida del objeto de su vida.
- Sin balancearse màs nunca, totalmente
recostada sobre la rama, Cindra quedò como siempre,
hasta que sus ojos dejaron de ver, sin cerrarse jamàs.
En vano tratò el boabab de que probara bocado, de que se
apegara a la vida, que todo habìa sido un problema de
incomprensiòn, de falta de experiencia,y que no bastaba
con querer tan intensamente, si no se sabìa amar aùn...
Eso suele pagarse muy caro, y ya a Cindra no le quedaba
instinto de supervivencia. Ya no habìa remedio.
- Dice el boabab que nunca se pudo quebrar
aquel sentimiento. Todavìa hoy dìa, ocultos por el
espeso follage de mi amigo, yace la serpiente sobre una
rama con sus pupilas dilatadas, fija en un cuerpo de
oruga sin vida, pero impreso de amor.
- Dice mi amigo que hubiera podido llegar
mucho màs lejos, pero allì se mantiene al menos, como
protagonista del amor que nunca muere. Sòlo el boabab
interpreta asì esta historia, sòlo èl se ha percatado
de que Cindra no sobreviviò a su amor. Y aunque no la
aprueba, èl la comprende, la justifica incluso: yo, en
verdad si que no puedo...No puedo.
-
- 4:45am 2-3-1987
-
- EL ETERNO AMOR DE LA
LUNA NUESTRA
-
- Tan pronto naciò abriò sus ojos al
Universo, admirò su infinito, buscò su procedencia y,
decidida como era, seleccionò de inmediato el objeto a
entregar su amor, sincera y profundamente extasiada. Era
asì, no le interesaban las experimentos y, convencida de
que el planeta de donde procedìa era capaz de satisfacer
todo lo que necesitaba en su vida, decidiò consagrarle
por siempre su màs honda pasiòn.
- Tanto amò a la tierra, pero tanto, que
sòlo podìa girar en el espacio alrededor de su bien
amado, sin poder jamàs darle la espalda. Pero algo
comenzò a contrariarla muy seriamente: a pesar de su
dedicaciòn, no recibìa en lo absoluto respuesta. Y esto
le produjo un intenso dolor para el que no hallaba
consuelo ni mucho menos, remedio. Desesperada, la Luna
comprendìa que la tierra que tanto admiraba, a su vez,
se encandilaba hasta la vista del sol, al que adoraba tan
fervientemente que sòlo podìa girar en el espacio a su
alrededor, de la misma forma en que aparentemente
ignorante, recibìa el callado y ferviente amor de la
Luna, que quedaba sumida en la màs absoluta desolaciòn,
sintièndose despechada por ese sol que sin embargo,
erraba orgulloso el Universo,irradiando indistintamente a
unos y otros.
- Pero la amada sin lugar a dudas. Asumiò
sus propios sentimientos e,incapàz de renegar de ellos,
mantuvo alimentando lo màs hermoso de su exitencia. Y
presta al menor detalle del objeto que amaba, llegò a
descubrir en cierta ocasiòn y presa de terror que se
acercaba a un grado de aproximaciòn tan peligroso entre
su adorada y el sol, que pronto la tierra se quemarìa
por los rayos del sabio y astro rey quien, apenas sin
darse cuenta, asì la amenazaba. No lo pensò dos veces,
y siguiendo sus màs naturales instintos como siempre,
interpuso su propio cuerpo a las quemaduras, beneficiando
con su sombra a la tierra amada.
- Asì evitò las posibles quemaduras
perjudiciales, sobre aquella que amaba sin que nunca le
hubiese demostrado la menor atenciòn. No esperaba ya en
ese momento ninguna reacciòn, por supuesto, ninguna
recompensa: no se daba cuenta que la tierra, aunque
giraba alrededor del Sol como siempre, jamàs se separaba
tampoco de su presencia, mucho màs cercana e ìntima.
Nunca.
- Sòlo comenzò a comprenderlo felìz
cuando de su objeto amado recibiò las primeras visitas,
y solo entonces conociò tanto mundo de leyendas y
fantasìas que la tierra habìa tejido por milenios de
paciente amor, para regalarle un dìa.
-
- Domingo 12/11/1990 7:04pm
-
- CURRICULUM VITAE
-
- Nombres y Apellidos: Avelino Victor
Couceiro Rodrìguez
- Fecha y lugar de nacimiento: Ciudad de La
Habana, 17 de Mayo de 1957
- Estudios relizados: Licenciado en Historia
del Arte. Facultad de Artes y Letras de la Universidad de
La Habana. Licenciado en Historia General. Facultad de
Cursos Dirigidos Universidad de La Habana. Curso Tècnico
Medio en Arqueologìa. Academia de Ciencias de Cuba.
- Ha recibido numerosos cursos de Postgrado
y cursos de superaciòn. Cursos de Idiomas: Ruso.
Francès. Inglès. Alemàn.
- Direcciòn particular: Calle 15 No 1323
apto 4 e/ 22 y 24, Vedado, Ciudad de La Habana. CP:
10400. Cuba.
- INDICE
ARCHIVO LITERATURA N°1